Pero si que hay algo que es tradición ineludible y que llevo haciendo con mi grupo más años de los que puedo contar es ir al Parque de Atracciones de Madrid el finde anterior o el posterior a Halloween. Durante esas fechas, ponen la decoración de Halloween -que unos años está más chula que otros- y se realizan al menos tres pasadizos del terror gratuitos, sin contar el de pago que está todo el año. Son esos pasadizos el mayor reclamo hacia nosotros, y vamos más por poder entrar y pasar unas risas que para montar en las atracciones propiamente dichas. La verdad, ir en grupo es divertídisimo, pues seas de los que lo viven y pasan miedo, o de los que se parten de risa todo el camino por los monstruos que van saliendo o por los gritos de los que se asustan - o por las tonterías que uno mismo va haciendo por el camino - se hace una experiencia entretenida. Yo soy del grupo de personas que no se suelen asustar en los pasadizos, aquellos que en la fila estratégicamente elegida ocupan el principio de la fila o el miembro final. Personalmente prefiero ir la última a la primera, no por nada, si no porque en la oscuridad de los pasadizos no veo un pimiento y no es raro que vaya directa a una pared pensando que hay una puerta xD.
Toda esta parafernalia viene como introducción a una anécdota en un pasadizo del terror, de la que luego saqué una profunda reflexión, porque así soy yo, saco reflexiones hasta de ver un tomate o una patata de forma extravagante.